LA CASA DE BERNARDA ALBA
La casa de Bernarda Alba. Acto II. Escena del conflicto.
LA PONCIA.- Siempre
has sido lista. Has visto lo malo de las gentes a cien leguas; muchas veces
creí que adivinabas los pensamientos. Pero los hijos son los hijos. Ahora estás
ciega.
BERNARDA.- ¿Te
refieres a Martirio?
LA PONCIA.- Bueno, a
Martirio... (Con curiosidad.) ¿Por qué habrá escondido el retrato?
BERNARDA.-
(Queriendo ocultar a su hija.) Después de todo, ella dice que ha sido
una broma. ¿Qué otra cosa puede ser?
LA PONCIA.- ¿Tú crees
así? (Con sorna.)
BERNARDA.-
(Enérgica.) No lo creo. ¡Es así!
LA PONCIA.- Basta. Se
trata de lo tuyo. Pero si fuera la vecina de enfrente, ¿qué sería?
BERNARDA.- Ya
empiezas a sacar la punta del cuchillo.
LA PONCIA.- (Siempre
con crueldad.) Bernarda: aquí pasa una cosa muy grande. Yo no te quiero echar
la culpa, pero tú no has dejado a tus hijas libres. Martirio es enamoradiza,
digas lo que tú quieras. ¿Por qué no la dejaste casar con Enrique Humanas? ¿Por
qué el mismo día que iba a venir a la ventana le mandaste recado que no
viniera?
BERNARDA.- ¡Y lo
haría mil veces! ¡Mi sangre no se junta con la de los Humanas mientras yo viva!
Su padre fue gañán.
LA PONCIA.- ¡Y así te
va a ti con esos humos!
BERNARDA.- Los tengo
porque puedo tenerlos. Y tú no los tienes porque sabes muy bien cuál es tu
origen.
LA PONCIA.- (Con
odio.) No me lo recuerdes. Estoy ya vieja. Siempre agradecí tu protección.
BERNARDA.-
(Crecida.) ¡No lo parece!
LA PONCIA.- (Con
odio envuelto en suavidad.) A Martirio se le olvidará esto.
BERNARDA.- Y si no lo
olvida peor para ella. No creo que ésta sea la «cosa muy grande» que aquí pasa.
Aquí no pasa nada. ¡Eso quisieras tú! Y si pasa algún día, estate segura que no
traspasará las paredes.
LA PONCIA.- Eso no lo
sé yo. En el pueblo hay gentes que leen también de lejos los pensamientos
escondidos.
BERNARDA.- ¡Cómo
gozarías de vernos a mí y a mis hijas camino del lupanar!
LA PONCIA.- ¡Nadie
puede conocer su fin!
BERNARDA.- ¡Yo sí sé
mi fin! ¡Y el de mis hijas! El lupanar se queda para alguna mujer ya difunta.
LA PONCIA.-
¡Bernarda, respeta la memoria de mi madre!
BERNARDA.- ¡No me
persigas tú con tus malos pensamientos!
(Pausa.)
LA PONCIA.- Mejor
será que no me meta en nada.
BERNARDA.- Eso es lo
que debías hacer. Obrar y callar a todo. Es la obligación de los que viven a
sueldo.
LA PONCIA.- Pero no
se puede. ¿A ti no te parece que Pepe estaría mejor casado con Martirio o...,
¡sí!, con Adela?
BERNARDA.- No me
parece.
LA PONCIA.- Adela.
¡Ésa es la verdadera novia del Romano!
BERNARDA.- Las cosas
no son nunca a gusto nuestro.
LA PONCIA.- Pero les
cuesta mucho trabajo desviarse de la verdadera inclinación. A mí me parece mal
que Pepe esté con Angustias, y a las gentes, y hasta al aire. ¡Quién sabe si se
saldrán con la suya!
BERNARDA.- ¡Ya
estamos otra vez!... Te deslizas para llenarme de malos sueños. Y no quiero
entenderte, porque si llegara al alcance de todo lo que dices te tendría que
arañar.
LA PONCIA.- ¡No
llegará la sangre al río!
BERNARDA.-
Afortunadamente mis hijas me respetan y jamás torcieron mi voluntad.
LA PONCIA.- ¡Eso sí!
Pero en cuanto las dejes sueltas se te subirán al tejado.
BERNARDA.- ¡Ya las
bajaré tirándoles cantos!
LA PONCIA.- ¡Desde
luego eres la más valiente!
BERNARDA.- ¡Siempre
gasté sabrosa pimienta!
LA PONCIA.- ¡Pero lo
que son las cosas! A su edad. ¡Hay que ver el entusiasmo de Angustias con su
novio! ¡Y él también parece muy picado! Ayer me contó mi hijo mayor que a las
cuatro y media de la madrugada, que pasó por la calle con la yunta, estaban
hablando todavía.
BERNARDA.- ¡A las
cuatro y media!
ANGUSTIAS.-
(Saliendo.) ¡Mentira!
LA PONCIA.- Eso me
contaron.
BERNARDA.- (A
ANGUSTIAS.) ¡Habla!
ANGUSTIAS.- Pepe
lleva más de una semana marchándose a la una. Que Dios me mate si miento.
MARTIRIO.-
(Saliendo.) Yo también lo sentí marcharse a las cuatro.
BERNARDA.- ¿Pero lo
viste con tus ojos?
MARTIRIO.- No quise
asomarme. ¿No habláis ahora por la ventana del callejón?
ANGUSTIAS.- Yo hablo
por la ventana de mi dormitorio.
(Aparece ADELA en la puerta.)
MARTIRIO.-
Entonces...
BERNARDA.- ¿Qué es lo
que pasa aquí?
LA PONCIA.- ¡Cuida de
enterarte! Pero, desde luego, Pepe estaba a las cuatro de la madrugada en una
reja de tu casa.
BERNARDA.- ¿Lo sabes
seguro?
LA PONCIA.- Seguro no
se sabe nada en esta vida.
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respeta la memoria de mi madre!
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BERNARDA.-
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BERNARDA.- ¡A las cuatro y media!
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Hola, Javier.
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Adelante.
Ahora es el momento de añadir comentarios sobre la lengua del texto. Sigue la guía en el blog de aula por si te sirve de ayuda:
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